El imperialismo
se refiere de manera general a todo tipo de dominio político que ejerce una
nación poderosa sobre otra más débil, la cual se convierte en colonia de la
metrópoli imperial; sin embargo a lo largo de la historia se han transformado características
de este fenómeno mundial, de acuerdo las circunstancias socioeconómicas
culturales propias de cada momento y de cada potencia imperialista en
particular. En el contexto de la segunda revolución industrial, el imperialismo
se manifiesta principalmente a partir del último tercio del siglo cuando las
economías capitalistas europeas experimentan un proceso de concentración monopolista.
Este tipo del imperialismo que, iniciado a fines del siglo XIX, cubre un
periodo de casi cien años, surgió en
relación con la gran expansión económica e industrial del capitalismo
monopolista, y constituye una nueva forma de explotación colonial que no
obstante distinta a la que se diera durante la etapa mercantilista, en esencia
se trata en ambos casos de una relación de desigual entre metrópoli y colonias.
La principal diferencia ambos sistemas se da
en el aspecto económico, y consiste en la Revolución Industrial que media entre una y otra época, transformando los
requerimiento de las potencias capitalistas y las expectativas de los países
pobres, introducidos al sistema industrial capitalista bajo condiciones de
dependencia. Así, por tratarse de una
nueva forma de colonialismo, el
imperialismo del periodo 1870-1914 recibe también el nombre de neocolonialismo.
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